Intervalo
Mercedes Halfon
Texto realizado para acompañar la muestra Intervalo, Galería Piedras, Bs As, septiembre 2016“Por desgracia la poesía carece de decorados.
Estamos obligados a tener la experiencia sólo
de lo que ocurre ahí, en los poemas, y que en
ocasiones puede llegar a ser tan gratificante
como los decorados en el teatro, pero nunca
tan hermosamente secundario.“ John Ashbery
El primer gesto que se lee en la muestra de Juan Reos es un desplazamiento hacia el espacio. De la bidimensión de la pintura que este artista realiza desde sus comienzos, a este trabajo donde se arrojó a pensar objetos por afuera del plano. El volumen hace que los objetos puedan mirarse desde distinto ángulos, revelen sus curvas, sus frentes y perfiles, sus misteriosos anversos. ¿Será un gesto teatral, como suele decirse ante un ademán exagerado, dramático, cargado de histrionismo? En principio no, porque los artefactos concebidos por Reos son pequeños, casi miniaturas. Una pequeña dimensión que no minimiza su rotunda decisión de avance hacia el espacio en un grado de acabado del que pueden decirse muchas cosas. Hay que detenerse largo rato en cada pieza para contemplarla en toda su magnitud, descubrir los matices hechos con manos de orfebre delicado.
Es que la mirada es central en el trabajo de Reos. Con su fiel adscripción a la pintura como medio primordial, viene encarnando escapes individuales a la larga crisis y pervivencia de ese lenguaje entendido como el mayor en las artes visuales –desde el ya antiquísimo advenimiento de la fotografía, a la eclosión en la segunda mitad del siglo XX de los géneros y formatos en el campo visual. La problemática de la representación está viva en sus pinturas que suelen tender sutiles engaños al que mira, lo obligan a preguntarse por lo que ve en ese cuadro, por la relación entre eso y el mundo, entre eso y el arte contemporáneo, entre eso y la enorme cantidad de vínculos posibles hacia la historia de la pintura.
Así llegamos Intervalo. Su autor parece sugerirnos que este gesto es de interrupción, un parate en la obra que viene desarrollando, por este mencionado desplazamiento hacia el espacio. Sin embargo también aquí la mirada también se torna central, incluso más. Nos encontramos con piezas pequeñas que juegan con el imaginario del teatro. Algunas se muestran en pedestales y pueden recorrerse circularmente, otras cuelgan de la pared conservando sólo un lado oculto. No hay actores, pero sí mini espacios escénicos más o menos imaginarios, un lujoso palquito, un pequeño público en estado de expectación, pinturas plegadas exhibidas sobre el glamoroso paño con que se hacen los telones, objetitos abstractos que podrían ser fragmentos abandonados de escenografías o partes de un todo que permanecen al costado de una escena…
Sabemos que el término griego theatron significa el lugar desde donde se ve la escena. Y lo que vemos en Intervalo nos incita a acercarnos a las piezas. Mirar íntimamente su contextura, donde no hay abandono de la pintura como lenguaje, porque las superficies siguen siendo pintadas. Es ahí cuando el artista juega su pequeña provocación: todo lo aurático del teatro, más lo aurático de la pintura al óleo se chocan con el ostensible cartón del que están hechas las piezas. Cartón pintado, como suele decirse para dar cuenta de algo frágil, superficial, sin demasiada solidez. Una modalidad denunciada en la muestra, que deja algunos reveses en cartón desnudo, para mostrar justamente lo precario del procedimiento. La pobreza suele ser uno de los elementos del teatro argentino: cartón pintado, ataduras de alambre. Así parecen salir adelante las cosas.
Volvemos a mirar estos objetos teatrales diminutos, volvemos a preguntarnos ¿Qué tiene el teatro que aportarle a la pintura? ¿Qué tiene la pintura que aportarle al teatro? O en todo caso, ¿Qué es lo que encuentra Juan Reos en el teatro para atraerlo y hacerlo dialogar con su pintura?
Un dialogo escénico debe estar rodeado de tensión. No puede ser una mera charla. El dialogo aquí, donde no hay personas ni personajes, es entre los materiales. El cartón y el óleo vendrían a ser los representantes máximos de lo pobre y lo noble. Es entre ellos que se establece la tensión. Una ficción entre dos personajes que son también los materiales de muchas de las pinturas de Reos, que toman aquí una dimensión anímica, misteriosa, se desplazan, engañan al espectador.
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